JAPÓN no es simplemente el «animal económico» de que a veces se habla, ni tampoco el mero fabricante de aparatos para todos los gustos. Es un país que posee un patrimonio ideológico rico en «formas de abstracción lógico-formal y de abstracción intuitiva» -como dice el prologuista de esta obra-, y abundante en categorías lógicas inspiradas en fuentes religiosas y profanas, en veneros propios y extraños.
JAPÓN no es simplemente el «animal económico» de que a veces se habla, ni tampoco el mero fabricante de aparatos para todos los gustos. Es un país que posee un patrimonio ideológico rico en «formas de abstracción lógico-formal y de abstracción intuitiva» -como dice el prologuista de esta obra-, y abundante en categorías lógicas inspiradas en fuentes religiosas y profanas, en veneros propios y extraños.
La presente obra ofrece la trayectoria que el pensamiento filosófico japonés ha seguido desde la antigüedad hasta nuestros días, con todas las vicisitudes, a veces turbulentas, que han configurado la personalidad y el bagaje ideológico de los pensadores nipones de cada época. A través de estas páginas puede el lector asomarse a las sendas escondidas de este país para comprender mejor los entresijos de las expresiones culturales y religiosas que configuran el verdadero rostro, antiguo y moderno, de Japón.
Colección
Ventana Abierta
Código
1212535
I.S.B.N.
978-84-309-6336-2
Publicación
20/11/2014
Número de edición
2
Clasificación IBIC
HPDF
Formato
Papel
Páginas
568
Autor
Jesús González Valles
Jesús González Vallés nació en Villaherreros
(Palencia) en 1929. Es sacerdote dominico y
doctor en Teología por la Universidad de
Santo Tomás de Roma. Misionero en Japón
desde 1955 a 1976, ejerció la enseñanza en
Matsuyama, Nagoya y Tokio. Desde 1977 ha
sido profesor del Instituto de Teología "Santo
Tomás" de Madrid.
Es autor de traducciones de obras literarias
japonesas y ha publicado numerosas
monografías y artículos sobre las religiones,
cultura y pensamiento filosófico de Japón. Por
su larga dedicación a esta labor, en 1995
recibió del Gobierno japonés la insignia del
Sagrado Tesoro.